lunes, 26 de septiembre de 2011

martes de machos y caballeros

el problema que tengo con las mujeres modernas y liberadas es que mientras que todas piden igualdad de derechos, la mayoría te sigue llamando un patán si no les abres la puerta del carro o cedes el asiento en el camión. yo soy de la opinión de que no podemos tener los mismos derechos, pues no somos iguales. y antes de que se me acuse de machista, mi ejemplo muy tonto: las mujeres pueden pedir permiso de maternidad y los hombres no pueden pedir permiso de paternidad. y antes de que mujeres que no han sido madres me hablen sobre lo duro del embarazo y el parto: no somos iguales, justicia es a cada quien lo suyo. 

ni siquiera quería hablar de eso. sucede que para muchas de estas mujeres modernas, es un insulto que uno quiera tratarlas como princesas, pues eso ofende su liberación y es el equivalente femenino de la castración. creciendo con mujeres tan fuertes como mi madre, mis tías, mi hermana y mis abuelas, nunca he sido de la idea que la mujer sea "el sexo débil" o un ser humano indefenso, sin embargo, sí fui educado para -a falta de mejor palabra- cuidar de ellas, protegerlas. de nuevo, no quiero insinuar que sean completamente inútiles ni que necesiten un hombre para todo en su vida. sucede que no soy el único que conozco así aunque sé que eventualmente, todos llegamos a eso: falta ser padre de una niña y no es necesario más. 

en mis últimas visitas a San Luis, a penas y he tenido tiempo de ver a mi papá y a mi hermana: veo a mi papá cuando me despierta para avisarme que ya se va y lo vuelvo a ir cuando lo despierto para avisarle que ya llegué; a mi hermana no me toca verla. es decir, he estado llegando, en promedio, a las tres de la mañana, cada día que he estado allá. es cierto que han sido cuestiones de trabajo, pero lo he hecho también por amistades o salidas. mi hermana tiene que estar en casa a las diez de la noche todos los días sin falta, o se vuelve a incendiar Roma. mi papá no tiene manera de saber desde dónde escribo esto; él confía que lo hago desde donde le digo que lo hago, pero no sabe bien dónde estoy, ni a qué hora llego, ni qué hice durante el día. 

aunque mi educación a la antigua me hace estar de acuerdo en que debería ser el novio de mi hermana quien visite a mi hermana -o al menos la acompañe a su casa- y no al revés, la verdad es que no encuentro razón para un control tan estricto de una mujer joven de veintitrés años, casi licenciada en derecho. ni porque la ciudad pudiera ser insegura, ni porque mañana tiene clases. como se pueden imaginar, esto hace que estén peleando constantemente, pues mi hermana considera que las diez es muy temprano y mi papá que es ya muy tarde.

a una amiga mía no le dan permiso de salir de su casa sola, ni siquiera a lugares que están a una o dos cuadras de distancia. como no tiene permiso de subirse a un camión, la tienen que llevar y traer a y de todas partes. como es de esperarse, constantemente están de pelea pues nunca llegan a tiempo y la tienen esperando o le reclaman que por ir por ella o traerla se pierden una cita, se salen temprano del trabajo o llegan tarde a una reunión. ella está por cumplir diecinueve años.

cuenta la leyenda que una amiga mía, estudiando en Monterrey, regresó por un fin de semana a casa de sus padres quienes justamente ese fin de semana saldrían de viaje. el papá de mi amiga le dijo a una de sus hermanas -de mi amiga- Se las encargo mucho. a lo que el yerno -de su papá- contestó ¿Y en Monterrey a quién se la encarga suegrito?

no puedo decir que yo sea distinto o que dadas esas mismas circunstancias no me comporte igual. es más, hace poco viviendo en pareja, no podía dejar de preocuparme cuando ella me decía que llegaría temprano y daban las once de la noche y ni llegaba, ni contestaba su celular. no es porque le tuviera desconfianza y la imaginara bailando desnuda entre mil otros penes, era porque irremediablemente pensaba que le había pasado algo, porque esta ciudad es horrible, porque mi barrio es feo e inseguro, porque ella es hermosa y confiada. quizás si me hubiera dicho que llegaría tarde, me empezaría a preocupar hasta las once y no desde las siete, si me hubiera hablado para decirme que tardaría un poco más, en lugar de hacerlo evidente post facto. no sé bien por qué, pero este fue uno de los problemas más grandes que tuvimos siempre -los otros fueron mucho más obvios.

quiero que quede claro que en ninguno de los ejemplos hablo de celos ni me parece que exista sobre todo una desconfianza precoz y descuidada; es una preocupación sincera del tipo anda mucho borracho manejando o bien pasadas las once el callejón se llena de cholos peligrosos. en todos los casos, me parece que hay poca comunicación: nadie dice lo que siente y no se hablan las condiciones o bien se hablan pero no se toman en cuenta o no lleva a nada. todas las noches le preguntaba a mi pareja por qué no contestaba el celular y simplemente me decía que estaba en silencio y no lo había escuchado -obviamente- pero no por eso lo cambió alguna vez a sonido estrepitoso; mi hermana y mi papá discuten constantemente sobre la hora de llegada, pero no por eso cambia seguido ni de buena gana. tan sólo se imponen las condiciones y se respetan o irrespetan según el día del mes. esto hace que la convivencia fluya tranquila cuando se respeta, y reine la ley del hielo cuando no. quiero decir que no entiendo por qué mi hermana a su edad tiene hora de llegada, pero tampoco puedo decir que no entiendo a mi padre preocupado por su hija. sin embargo, no puedo dejar de pensar que esto es así tan sólo porque es mujer, pues yo que soy a penas un año más grande no la tengo.

no sé cuánto de todo esto tenga que ver con la liberación femenina, ni con que todo aquello que me enseñaron que era propio de un caballero sea considerado por algunas como propio de un macho.
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