me da un no sé qué medio amargo un día después de no verte.
empieza digamos la noche en que me despido y me ronda pero no sé,
estoy dormido,
no me pesa lo mismo.
conforme sube el sol se va apoderando de mí una especie de vacío
-que es como decir que todo se va llenando de nada-
y hace que me detenga en las puertas para ver hacia otro lado.
yo no estoy -nadie lo está realmente- solo estos días,
y el día pasa con cambios de clima, de presión atmosférica, de humedad.
algunas noches son más largas que otras.
días más tarde me siento distinto, renovado,
independiente.
simultáneamente,
nostalgia y esperanza me reconfortan.
el resto transcurren en mezcla de estas últimas dos como suma de senoidales
que,
por supuesto,
es decir nada.
no soy una persona tan segura como quisiera.
yo estoy seguro, pues,
que la idea de la complementariedad, del destino,
de la media naranja o el amor platónico,
de la unicidad de la pareja
-y, para el caso, de la pareja misma-
no son más que mitos románticos no siempre inocentes.
sin embargo,
estoy también seguro,
que puesto que somos principalmente carbono y oxígeno,
en configuraciones pseudo-aleatorias,
y que todo lo que no sea hidrógeno, helio o litio fue formado en las primeras estrellas,
y que la energía, la materia y el momento se conservan,
entonces es posible
-no sé qué tan probable-
que hace miles de millones de años,
a distancias astronómicas de aquí,
algo tuyo y algo mío fueron ya parte de lo mismo antes
y que quizás lo sean de nuevo otra vez.
(que,
por supuesto,
es cierto para todas las cosas.)
algunos días no son lo suficientemente largos.