sábado, 10 de julio de 2010

tarde de sábado de junta larga y cuento corto

Me llamaron cerca de la media noche. La fama de mi despecho había crecido como la función logaritmo y había pasado un primer par de semanas bastante aburrido. Pero recientemente había trabajado para el ayuntamiento en unos casos un tanto complicados y éste se antojaba como el más. Perdone la hora de la llamada, me decía el secretario particular que me escoltaba hacia el lugar, no sabíamos a quién más llamar y usted ha demostrado capacidad. Yo no decía nada. La verdad es que me molestaba la adulación y nunca he sabido qué hacer cuando la gente me habla de usted. Alto ahí, nos dijo un oficial cuando llegamos a la zona acordonada por cinta amarilla, es una zona restringida. Sorprendido pero tratando de controlarse, mi compañero le dijo al oficial El joven aquí es el licenciado en letras españolas. Avergonzado, el oficial levantó la cinta para que pudiéramos pasar y nos acompañó hasta donde estaba el detective Mendoza. Yo había escuchado de él -encargado del área de crímenes lingüísticos en la policía municipal era conocido por todos- pero jamás lo había visto. Cuando estuvimos más cerca, volteó a vernos con las manos en la cintura y preguntó a mi compañero Y éste quién es, levantando la cara en señal de desdén, Es el licenciado en letras españolas, se apresuró a contestar el oficial que nos había acompañado hasta ahí, poniéndose de puntitas detrás de mío, muy sonriente. Mendoza no dijo nada, sólo hizo una mueca como de aprobación y le hizo una señal al oficial para que se retirara. Creí que eras más alto, me dijo. Me acerqué para ver lo que veía y me preguntó ¿Ves lo que tenemos? Yo contesté Sí, pero mentí porque mis lentes estaban empañados por la lluvia.

Entramos a la habitación del crimen. Colgado de un vil mecate de burro amarrado a la viga más alta, un anciano de quizás setenta años. Debajo de él había un último mensaje escrito en una servilleta algo manchada de sangre. Qué ve, me preguntó Mendoza, con una cara un poco de burla. Me tomé un momento para observar toda la habitación. Es muy probable, empecé hablando al aire, que esta nota haya sido escrita antes de que se colgara. Mi acompañante no quiso ocultar su sorpresa por mi razonamiento pero Mendoza sólo hizo una mueca de desprecio, Cómo no lo pensé primero, pensó Mendoza. La nota, bastante escueta, leía Suicidio No Homicidio. Mendoza tenía su teoría bien formulada, Se trata de un homicidio, no sólo por el énfasis, además encontré una pluma sobre la persona del nieto de la víctima por lo que se encuentra ahora preso. Eso está muy bien, dije, pero eso no resuelve el misterio de la coma. Mendoza no esperaba mi respuesta y tuve segundos a mi favor. Si no les molesta, quisiera llevarme la nota a mi laboratorio para hacerle un análisis de caligrafía. El oficial hizo el favor de entregarme la nota Los espero en dos horas, dije, y me retiré.

Dos horas y ni un solo minuto después, Mendoza, el secretario particular y mi nuevo amigo el oficial se encontraban sentados en mi despacho. Ha resultado interesante, dije, pero hemos llegado al fondo. Me temo, Mendoza, que deberá liberar al nieto de la víctima. Por qué, gritó Mendoza levantándose bruscamente de su asiento. El análisis arrojó justo lo que pensé, se tratan de dos escrituras distintas, una escrita después de la otra. Y eso qué, ladró Mendoza.

Ambos sintagmas significan lo mismo, dije, y volví a reclinarme en mi silla –que para eso es.
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