la manera más corta de ir de casa de mi papá a casa de sus papás es por la autopista no tan nueva que va de salamanca a morelia. para tomarla, hay que pasar irapuato y tomar la autopista de cobro hacia celaya y querétaro. después del entronque -cuando empieza la autopista- son trece kilómetros hasta la caseta y de la caseta a la salida de morelia son tres kilómetros. (es decir, no son nada más los tres kilómetros que dice mi papá que son, aunque -carajo- son sólo dieciséis.) la caseta cuesta sesenta y tres pesos y alcanza para ir desde salamanca hasta querétaro, unos setenta kilómetros. hasta hace menos de una semana, en la salida hacia morelia habia una caseta de retorno en la que le regresaban treinta pesos al usuario que sólo usaba esos quince kilómetros. ya no. alguien decidió ya no devolver ese dinero al usuario. ese alguien -el gobierno, por supuesto, la junta federal de caminos, la SCT, quizás la misma concesionaria- decidió avisar simplemente con un volante que se entrega sólo a aquellos que preguntan en la caseta de regreso -que quizás desaparezca pronto. nada de esto le agradó a mi papá y se molestó mucho y no le ocultó su enojo al cobrador. pero le escuché decir algo nuevo esta vez: No es contra usted, es contra estos insulto insulto insulto.
la gente que toma desiciones se esconde detrás de la gente que tiene los trabajos en la línea de fuego. la compañía de teléfonos eleva las tarifas y la carga se la llevan los cajeros. el señor o señorita que habla insistentemente por teléfono para venderte algo que no necesitas está haciendo su trabajo; claro, tiene uno de los trabajos más molestos para el resto del mundo, pero alguien le paga para eso porque se le ocurrió que esa es la manera de vender. ¿quién la lleva con la alza a las gasolinas, con los litros incompletos? el pobre despachador. esa gente que toma decisiones así es cobarde y merece morir. es todo.
