hace menos de una semana tuve el reencuentro con un viejo paradigma de confianza total: una amiga me dijo que tiene un amigo al que le cuenta todo. después de varias preguntas de incredulidad, quedé convencido de que efectivamente le cuenta absolutamente cada detalle. mi incredulidad se debe obviamente a que yo no sólo no tengo una persona única a la que le cuente todo, sino que entre todas las personas a las que les cuento cosas no suman el todo. empecé a preguntar y para mi sorpresa, la aplastadora mayoría de los encuestados tiene una persona a quien confía todo, y además les va bien. no sé si estamos bajo el mismo entendido del significado de contarlo todo: sin omisiones, exactamente como lo sentimos, como lo pensamos, sin maquillaje por honor o dignidad ni retoques por amistad o mantener la imagen; sin sutilezas. un centavo a cambio de nuestros pensamientos, pase gratis sin hilos amarrados.
antes de empezar a preguntarme si era necesario contarlo todo, empecé por tratar de contestar por qué no lo cuento todo. en realidad me parece que cuento muy poco, o simplemente poco; no sé si usar la palabra reservado o abierto o selectivo o qué. hay cosas que se saben de mí, otras que se sospechan, algunas que se asumen y varias más que se ignoran, como con todos. después de varias vueltas llegue a la muy obvia respuesta de que no quiero, simplemente hay cosas que no quiero que se sepan. para empezar no estoy seguro que se espere semejante honestidad a discreción de mi parte, pero mucho más me preocupa que hubiese una persona que esperase semejante honestidad a discresión de mi parte. y eso inició preguntas bastante más complicadas: por qué no quiero que se sepa, me avergüenzo acaso, será que pretendo evitar problemas, que busco -para variar- salirme con la mía. sí, alguna de esas tiene que ser. pero en este simulacro de confesión estoy seguro llegarán a la misma conclusión que yo: a veces no contar es tan peligroso como contar. la simple idea de que hay cosas que no cuento será suficiente para meterme en los problemas que quiero evitar. para ahora no sólo está claro que no lo hago, debería estar claro que no tengo interés en hacerlo. pero no voy a terminar sin aceptar que hay algo que admiro en esa actitud, si acaso porque no la comprendo del todo y no puedo imaginarla por completo. pero yo que escribo por la atención no la necesito tanto.
no quiero engañar a nadie porque soy un firme creyente de que todos debemos tener un espacio propio que muchas veces incluye secretos. y no me dejo engañar por nadie porque sé que la mayoría somos de la creencia de que hay cosas que no vale la pena contar porque son insignificantes, porque no tienen valor, porque están muy enterradas en el pasado, porque no son de tu año, porque a veces es mucho más sencillo no decirlo todo que decirlo; es más práctico y evita problemas. incluso a veces cuando sabemos que nos mienten, es más sencillo hacer como que no nos damos cuenta.
no sé en qué punto de la vida me di cuenta que el doctor y el psiquiatra y el optometrista y mucha gente se guíaba en lo que yo decía para hacer sus diagnósticos y juicios. vivo bajo el entendido de que el oculista sólo sabe qué lentes me quedan bien porque yo digo mejor que el anterior o peor que el anterior. también soy lo suficientemente presuntuoso para creerme capaz de hacer creer a mi psiquiatra lo que yo quiera que crea: que puedo controlar mis palabras y mis expresiones y mis narraciones lo suficiente como para parecerme al diagnóstico que espera. y del doctor ni voy a hablar porque esos doctores de la cruz roja me parece que ni se esfuerzan. y aunque he usado la palabra controlar, una ligeramente más adecuada sería manipular. aprendí que la verdad es manipulable y por lo tanto cuasi inexistente en la vida real y objetiva. decidí que una buena narración, una historia excelentemente contada podía sustituir toda mi necesidad por la verdad. y entonces, supongo, la verdad dejó de interesarme.
lo que quiero decir es que cuando se construye un personaje, sabemos sólo lo que nos cuentan. y créanme, cada cosa escrita aquí está cuidadosamente cuidada, está pensadamente pensada y proyectada a futuro, está sopesada en las opiniones obvias de las personas obvias y ha sido evaluada en todos los niveles que se me ocurren. aunque no puedo decidir la interpretación y el sentido que le das a mis palabras no se te vaya a olvidar por un sólo instante que decido todos y cada uno de los símbolos que aparecen aquí delante a tus ojos. y piensa que todos los días tú haces lo mismo.