una de las ventajas de tener cierta formación matemática -o cuando menos lógica o formal- es que uno no tiene que recurrir a frases cortas y cursis para hacerse de esperanza o motivación.
supongamos que queremos abrir cierta puerta y tenemos en un cajón n llaves indistinguibles de la cual suponemos que una y exactamente una abre la puerta. dichas n llaves pueden ordenarse de n! maneras pero sólo n
de ellas son distintas -pues las llaves que no abren la puerta son
indistinguibles entre ellas. sabiendo eso, podemos calcular la
probabilidad de que sea exactamente la última llave la que abra la
puerta, es decir,
P(X = n)
sin embargo, como estamos suponiendo que alguna de las llaves abre la puerta para hacer este experimento, entonces qué más da probarlas todas; es decir, si son un conjunto finito de llaves nos llevará tiempo finito probarlas todas e irremediablemente, a lo más después de probarlas todas, la puerta estará abierta. el problema es que cuando nos vemos en una situación similar, normalmente nadie nos puede asegurar que exista una llave que abra la puerta: a veces no existe, a veces existe más de una, a veces hay que abrirla a la fuerza.
entrada publicada en La Bitácora de Nicolás Bocadín
un proyecto largamente abandonado que merece revivir