pensé en regalarte un diamante. para nuestra fecha especial, pensé que una piedra brillante montada sobre un anillo haría un buen regalo: Duran para siempre, he escuchado que dicen. también ciertos tipos de plástico, pero esas son conversaciones realmente distintas. ¿la gente hace todavía lo hace? no sé si es otra de las cosas con las que mi generación ha terminado. quizás preferirías un trozo de un elemento con media vida más extensa, quizás encontrarías belleza en algo que decae rápido, algo momentáneo, instantáneo.
busqué en uno de esos sitios que bautizan estrellas. (polvo eres, polvo enamorado, estamos hechos de etcétera.) no sé qué tan legítimas sean estas empresas: ¿cómo voy a saber que no revenden los astros, una y otra vez, a desconocidos ingenuos que no pueden comparar coordenadas? ¿quién les autorizó tomar dinero -tanto- a cambio de asignarles un nombre, una torre Eiffel moderna? no sé si pueda señalarla con certeza en el cielo de la noche o si haga diferencia. (admito que la cantidad, mucho menor comparando el tamaño de la piedra, la pagaría con gusto si supiera que un grupo de astrónomos, un día no muy lejano, tenga que usar tu nombre en su trabajo científico.)
volteé hacia algo más mío, más exclusivo tal vez. piensa en Euler, Ferrier y Avogadro, pero también la Bestia, Cristo y Cristiano, D10S y Erdös, Newton, Juan y Jordan, Sagan, Graham, Planck y Ramanujan -tal vez incluso Legendre, Fibonacci o Mersenne. también tú: un número, tu número. este número nadie lo había visto antes, nadie lo conoce, nadie ha siquiera pensado pronunciarlo. este número es un mapa o un amuleto o una fortuna, o un cuento completo según lo veas. ese número no tenía nombre antes y ahora, tan tranquilo, tiene el tuyo.
que se escuche mi proclama por todo el espacio, por todo el tiempo, de hoy delante y siempre: este es tu hogar en la recta real y puedes, si quieres, llevarlo contigo y usarlo tal vez para contar.