vivo bajo muchas filosofías de bolsillo que pueden resumirse en frases pegajosas: una de ellas, de las de más reciente adquisición, es que ninguna filosofía que pueda resumirse en una frase pegajosa vale la pena. entre las otras, las que están más establecidas supongo, por ejemplo, que el amor es una decisión, que los recuerdos hay que traerlos a flor de piel para que no te sorprendan nunca y, una agregada justo anoche, que no siempre tengo que ser un tonto. la de hoy, la de los recuerdos, es una difícil de llevar a cabo. hay una línea muy gruesa y difuminada entre eso y vivir en el pasado o estar aferrado a algo; la manera en que pueden no tomarte por sorpresa involucra quizás una depresión permanente, una enajenación terrible. la verdad es que funciona muy mal con mi memoria que no me deja olvidar nada. recuerdo cosas estúpidas, recuerdo mis sueños, recuerdo mis imaginaciones y pesadillas y así, por ejemplo, recuerdo perfectamente la ropa que llevabas puesta la primera vez que te vi o la primera vez que te besé pero ni siquiera durante un examen puedo recordar la ecuación de la elipse o lo que dice el teorema de lebesgue. recuerdo que he dicho esto antes y me duele recordarte llorando, pero a veces me duele más recordarte feliz. recuerdo frases exactas que nos hemos dicho, aunque por lo general tú no recuerdas las que yo y yo no recuerdo las que tú. y las fotos, por supuesto, esas fotos tienen que irse ahora. la cinta adhesiva será cortada casi ceremonialmente y se les dará entierro con honores en alguna caja de zapatos bajo la cama. lo que más me aterra a veces es ser el único que recuerda algo, dudar que a lo mejor mis recuerdos más valiosos hayan sido sólo producto de mi imaginación.