cierto día, ya muy entrada la noche, estaba yo a punto de cerrar el despacho cuando llegó mendoza, acompañado de un hombre alto y muy serio que rápidamente identifiqué como un miembro del ejército. volvimos a mi escritorio donde les ofrecí un asiento que rehusaron. Traemos un trabajo para usted, dijo mendoza, miró a su compañero y parafraseó, Hemos venido buscando su ayuda en un asunto de suma importancia, su compañero lo miró a él, Un asunto confidencial de suma importancia, terminó, con énfasis en el confidencial. Pueden confiar en mí, dije, Aunque quisiera, nunca he encontrado persona alguna a quien le interesen mis aventuras. el coronel torció la boca en lo que supongo fue una especie de sonrisa y estiró el brazo bruscamente hacia mí. en la mano sostenía un papel, una hoja de libreta. esperé alguna indicación o discurso de su parte pero no lo hubo. tomé la hoja entre mis manos y empecé a leerla. nunca antes había yo sentido tanto miedo en mi vida. hice mi mejor esfuerzo por ocultar la sorpresa. la ene estirada, la zeta caligráfica, las curvas delicadas y las íes sin puntos; la a, la be, la de, la pe y la cu hechas todas en dos trazos: una bolita y un palito; ¡pero qué i griega! no había leído con atención y sabía perfectamente quién había escrito aquella carta. había algo extraño, sin embargo. la ortografía… la ortografía no era… No estoy autorizado para decir más que esa carta fue escrita por una prisionera, interrumpió el general, Cada carta que entra o sale pasa por un delicado filtro. Ya veo, dije, Pero aún no entiendo qué puedo hacer por ustedes. Es sencillo, dijo mendoza, Estamos convencidos de que la carta está escrita en código pero no hemos podido descifrarla. no podía ocultar mis emociones, fingí cansancio y me oculté tras mi sarcasmo, Así que nuestro detective mendoza no puede descifrarlo, vaya, debe ser muy complicado en verdad, vengan mañana a la misma hora, les tendré una respuesta.
cerré mi despacho por dentro. volví al escritorio. estaba seguro que era una carta de elizabeth, pero nada hacía mucho sentido fuera de eso. primero, no sólo era claro que se encontraba prisionera, además parecía estar sumamente bien resguardada. segundo, la ortografía, había algo muy raro en la ortografía. a primera vista, la carta no ofrecía muchas señales de estar escrita en clave. Si acaso, la sospecha era sólo natural. pasé toda la noche estudiando posibilidades. empecé por las más obvias pero rápidamente las fui descartando. cada libro que poseo sobre códigos militares y civiles terminó en el piso. no había tampoco una estructura matemática debajo, no había un orden, no había una secuencia. Pasé también el día entero sin poder encontrar una sola pista. si estaba escrita en código, era el mejor código que había visto jamás. entonces volví a notar la ortografía fluctuante. la misma palabra estaba bien acentuada en algún lugar y mal en otro; las eses, ces y zetas estaban por todas partes, sin ningún sentido. entonces lo vi claro: lo que no comunica no existe. una vez que eliminaba las palabras mal escritas, el mensaje tenía sentido. peor aún, ¡era un mensaje para mí!
terminé de transcribir el mensaje cuando alguien tocó a mi puerta. eran Mendoza y el general, había pasado todo un día leyendo la carta. oculté mi copia y les abrí. supongo me veía algo desgastado por la cara que hicieron. les ofrecí asiento y de nuevo lo rechazaron, iban con prisa. me senté, Pasé todo el día aplicando cuánto código conozco, miren ustedes, el suelo está lleno de papeles que no llevan a ningún lado, miré al piso y tras una pausa, empecé a mentir, Estoy totalmente convencido de que no hay nada oculto en la carta y estaría dispuesto a arriesgar mi reputación por ello. No será necesario, dijo el general y estrechó mi mano, Confiamos en su palabra. mendoza no se vio muy convencido pero igual asintió y salió de mi despacho.
al verlos salir, tomé mi sombrero y mi gabardina y salí yo también. tenía una cita en la tercera banca de la izquierda a la derecha del jardín revolución, entrando por la calle de san judas.