hace unos minutos pensaba en ti. a veces lo hago. en realidad, lo hago muy seguido. hace tres meses alguien me pidió que dijera qué porcentaje del tiempo pienso en ti; lo medité un par de días y contesté que el 22% de mi tiempo despierto y el 38.4% de mi tiempo dormido (era una época en la que soñaba mucho contigo). probablemente mentí porque mi cronómetro estaba roto esos días.
pienso en ti ahora. y ahora. y ahora. ahora pienso en mermelada. ahora pienso en ti. ahora pienso en ti y en mermelada. ahora pienso en ti con mermelada. ahora pienso en el pato donald. pienso en ti antes de acostarme y sólo puedo levantarme si pienso en ti. pienso en ti durante el desayuno y a veces también en el camino a casa. procuro no pensar en ti el domingo por la mañana y tengo absolutamente prohibido pensar en ti mientras me baño. afortunadamente, esos tiempos suelen coincidir. pienso en ti mientras hago la tarea y pienso en ti cuando escucho música de casi cualquier tipo, cuando veo a la princesa leia con su peinado de pan danés, cuando escribo esto y cuando veo una zebra en la calle. como eso casi nunca pasa, pienso en ti por pura necedad.
a veces, en lugar de pensar en ti, me doy a la tarea todavía más ociosa de pensar en por qué pienso en ti y pensar si tú pensarás en mí también. luego pienso que pensar en por qué pienso en ti es absurdo y me dejo de metapensamientos.
pienso que incluso así, podrías pensar que no pienso en ti sino en alguien más. entonces pienso que es hora de cenar.