no sé qué es eso que tiene el fuego que se me antoja para rituales místicos, como si la ceniza fuese el estado de la materia más puro conocido por el hombre. me atrae como a un insecto, siento que no puedo evitar acercármele más y más para pasar del cómodo calor al fuego, siempre más cerca del fuego. a cambio del fuego retamos a los dioses. para obtenerlo somos capaces de incendiar lo que tenemos por más precioso, esparcirlo por bosques completos, dejarlo consumir nuestro aire necesario. al final, supongo que la culpa no es del fuego, pues sabía desde antes cómo quema.