Esta es la historia de un Cuentín como los hay muchos, patanes y rebuscados. Cuando sea que se conozca un Cuentín como este, lo mejor es seguirle el juego como firmando un pacto de no agresión; es lo mejor. Decía que este Cuentín era así de arrogante porque no tenía nada en realidad, pero a todos asombrara con sus formas y citas. A alguna lectora inocente le decía Yo soy como Las babas del diablo, soy mejor; yo soy El perseguidor y El Aleph juntos. Yo soy el Quijote que escribió Pierre Menard y también soy Pierre Menard, autor del Quijote. Y esta lectora inocente pues se dejaba jugar y le contaba a todos cuán grande era este Cuentín del que hablamos. A veces, también, según él se las daba de Tarantino pero la verdad es que no. Entonces la lectora inocente lo llevaba con sus amigas inocentes o no tanto que se sentaban a ver qué tenía Cuentín que ofrecerles y a cada una le recitaba de memoria algo que hubiera leído antes: por supuesto Funes el memorioso y mil fábulas de Monterroso condensadas en puntos y seguido. A veces, incluso, decía ser cuentos que jamás había leído como Luvina u Otra vuelta de tuerca. Pero lo que sea que hacía lo hacía tan bien que a nadie parecía importarle. Quizás su máscara favorita era ser algún cronopio o fama, Macario o el grafógrafo que tampoco había leído jamás y ni siquiera sabía escribirlo. Este Cuentín era un verdadero amo del disfraz y se creía autor de poéticas. Una vez me contó que a alguien le contó ser Atala pero en su versión Chactas se hacía un brujo con la ayuda de López y lograba resucitar a Atala para vivir felices por siempre. Seguramente por su completa falta de cultura, una vez dijo ser Romeo y Julieta, amantes de grandes familias enemistadas por ancestrales culpas: los Turner y los Dinkelberg. Si ustedes creen que Disney ha echado a perder algunos de los cuentos clásicos, debían escucharlas en letras de Cuentín que, cuando se sentía triste, hacía que Cenicienta trapeara todo el piso del Palacio, que Aladín tuviera que vivir descubriéndose robarle cosas a Jazmín o que Alicia muriera por una sobredosis de hongos alucinógenos. Pero eso era lo menos. A veces, cuando se las daba de escritor famoso, mezclaba todo lo que tenía en mente aunque no fuera cuento (porque el siempre se creyó más que un simple cuento) y juntó Estas ruinas que ves con el Pedro Páramo, Luvina –que no había leído y se la inventaba al vuelo- algunos mitos como el del minotauro pero creyendo que el laberinto era más como el de El resplandor, y contó el peor cuento del mundo. Pero como todo mundo creía que era un Cuentín genial, nadie nunca se lo dijo y, quien se lo dijo, fue desacreditado por completo. El punto de todo esto es que un día Cuentín murió y cuando lo abrieron vieron que no tenía nada. Fin.