algunas veces, por teléfono, telegrama o correo ordinario, uno dice cosas como te quiero o te extraño no tanto porque lo sienta como porque quiere escuchar que el otro lo diga, leer que el otro siente lo mismo. cuando sucede, la tranquilidad que trae puede durar varios minutos; cuando no, es esa falta, y no ninguna otra, la que confirma todas las peores sospechas.