cuando se terminó el verano, tuve que regresar a mi otro lugar de residencia. mi credencial de elector diría que vivo aquí si tuviese credencial de elector. como no tengo, siento que no vivo en ningún lado: soy un ciudadano del mundo. entonces volví y quise darme tiempo para escribir las notas de algunos de mis casos más interesantes, de buscar un compañero de departamento, de terminar una o dos ponencias que tenía por ahí sin terminar. un mes entero hubiera pasado acostado en mi cama rebotando una pelota contra la pared si no hubiese encontrado a Juan. quizás es más correcto decir que él me encontró a mí: dos días después de haber puesto el anuncio, Juan me contactó. sus hábitos de higiene me parecieron más que aceptables, compartíamos gusto músical y parecía suficientemente reservado como para no interrumpirme siempre. él estudia matemáticas y la combinación me pareció de menos interesante.
resultó ser bastante productivo. Juan me presentó algunos casos completamente fascinantes, y puedo decir que nuestras conversaciones siempre arrojaban conclusiones valiosas. eventualmente, Juan me acompañaría en mis pesquisas e investigaciones, pero en el primero de los casos en el que trabajamos juntos, más bien yo tuve que acompañarlo a él.
me lo pidió como a la semana de vivir juntos. digo "pedir" porque para él fue más bien un favor. para mí fue algo completamente fuera de lo ordinario: según mi definición de semiótica y en base a mis habilidades de interpretación, Juan quería que lo acompañara a un bar donde baila salsa con una jovencita e interpretase sus movimientos y gestos, para saber si dicha jovencita mostraba interés en él. antes de aceptar tuve miedo de que el resultado pudiese destruir para siempre mi amistad con Juan y tuviese que buscar un nuevo compañero de departamento. sin embargo, terminé aceptando más que nada porque me parecía un reto muy interesante.
salimos en la noche. él iba con sus mejores ropas para bailar; yo llevaba sombrero y gafa oscura, pues tendría que quédarmele viendo a la jovencita sin levantar sospechas. llegamos y nos sentamos en una mesa en una esquina a esperar con cerveza en mano. momentos después apareció la susodicha y Juan corrió a sacarla a bailar.
lo hicieron, y bastante bien, por más de seis canciones seguidas. no soy un conocedor, pero creo que hubo salsa, bachata, son cubano y merengue. es probable que esté mal, o al establecimiento le guste variar. observé detenidamente las expresiones de la muchacha y la verdad me parecía evidente. en un descanso de música más tranquila, ella se disculpó para ir al baño y Juan se acercó a preguntar mi opinión. le dije Ella está loca por ti, haz lo que tengas que hacer.
no me preguntó si estaba seguro, pues estoy seguro que es justo lo que quería escuchar. Juan se acercó a besarla y la cachetada que le propinaron me hizo olvidar mis pretensiones para el negocio más redituable del mundo.