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-¿Tienes seguro de vida?
Eso fue lo primero que me dijo después de tomar mi mano entre las suyas. Ciertamente me tomo por sorpresa su pregunta, tanto que, vacilando, pude apenas articular un…
-Em… este... sí.
Me tomo varios segundos, quizás minutos, de rápidas conclusiones e imaginación desbordada hasta que se me hizo mas sensato preguntarle.
-¿Por qué la pregunta?
-No… nada. No tiene usted que saberlo aun, pero por favor, mire a ambos lados de la calle antes de cruzarla, y de poderse, no salga en todo el día de mañana fuera de su casa.
Supongo que tuvo que notar mi cara pálida, blanca como la luna en una clara noche, que además seria muy notorio en mi tez morena, por que soltando una ligera carcajada, agregó:
-No se crea hombre, solo estoy jugando con usted. Suena muy mal viniendo de mi, pero no se crea todo lo que le dicen.
Deje salir una risa nerviosa y después un suspiro silencioso. No es la clase de pregunta que quieres escuchar viniendo de una adivina. O bueno, en realidad no se cual sea su titulo. Mademoiselle Lizaneid, se hacia llamar, aunque yo sabia por medios de dudosa credibilidad que en realidad se llamaba Lucía, y contrario a lo que se podría pensar por tomarla como una farsante, sí tenía orígenes franceses. En realidad esto lo sabía por una señora que de vez en vez entraba al oscuro cuartito con olor a incienso y alumbrado apenas por unas velas, gritándole cosas que bien podrían ser majaderías en un francés trasatlántico y dirigiéndose a Mademoiselle Lizaneid simplemente como Lucia, esta señora que quiero suponer, es su madre. Bueno, en realidad no estaba ahí para meterme en cosas privadas, sino simplemente, como muchos otros, atraído por un antiguo y universal deseo de saber como será mi vida.
En fin, después de minuciosamente ver algo que por más que intento no logro divisar en mi mano, prosiguió a sacar su viejo juego de cartas que mantenía como su mayor tesoro. Me contó alguna vez que se lo regalo una tía suya, quien la introdujera en todo el asunto de la lectura de cartas y le otorgara ese y demás poderes paranormales. No tuvo que hacer ninguna pregunta, pues era yo ya un cliente asiduo. Y bien podría decir, aunque con cierta patética connotación, que ella me conocía mejor que muchas otras personas que se supone deben hacerlo.
-No me gusta decirte nada mas allá de 4 meses, por que al menos así tengo seguro que regresaras. –dijo para romper el silencio, y después de un pausa, continuo –Creo que los astros te quieren hacer malas jugadas por que tus cartas están algo fuera de lo normal esta vez. Algo que mejora; un rompimiento hacia algo malo, ya sea una relación o un vicio; un encuentro secreto; y algo que me tiene intrigada, una decisión fuerte.
Me quede pensando como suelo hacerlo después de cada vez que me dice el pronostico, tantas veces acertado que me hubiera gustado que me diera números ganadores de la lotería. Tratando de memorizar esas cosas, sabiendo que me mantendrían despierto varias noches seguidas y dándome cuenta, como ya viene siendo usual, que lo siento propio mas que nada por que quiero sentirlo así.
-Gracias –como usual, fue todo lo que dije –pago a la salida y probablemente vuelva pronto. Que estés bien.
Salí sin poder ver nada brevemente por el efecto del brillante faro, prendido por ser ya pasadas las 10 de la noche y yo saliendo de un cuarto oscuro, aunque poco después recobre mis sentidos y note que el faro no era en realidad tan brillante, pero me alegre de ya no estar bajo la influencia de gases y extraños olores que me producían jaqueca. Camine un par de céntricas calles para tomar el camión que me dejaría a tan solo siete pequeñas cuadras de distancia a mi solitaria casa. Ya le había perdido el miedo a caminar de noche por la colonia.
No dejaba de pensar en lo que me dijo. Como siempre me moría de curiosidad por saber que es lo que pasaría, cuando pasaría, o si pasaría cuando menos. Normalmente dejaba de pensar en eso a la mañana siguiente, pero algo hubo esta vez que no dejo ser así. Por casi un mes estuve perdido en mis pensamientos, cuidando cada cosa que hacia y tratando de decidir si cada cosa que sucedía o hacía era por una de las predicciones de Mademoiselle Lucía. Llego un punto en que no podía dormir, llegaba tarde al trabajo y baje la productividad, incluso llegaba a olvidarme del trabajo y empecé a faltar. Descuide mi aseo personal o el de mi casa, pero mas que nada mis relaciones y me encontraba cada vez más solo.
Paso lo que tenía que pasar. Un mal día me despidieron del trabajo. No tuve a quien recurrir y decidí ir a una taberna. No hable con nadie mas que con el cantinero, la botella y conmigo mismo. Incluso no sabía por que lo hacía, el despido no me había afectado tanto. Nada, de hecho, ni siquiera me gustaba mi trabajo. Supongo que fue mas un reflejo que una consecuencia.
No tengo ni la mitad de un recuerdo de lo que hice esa noche. Serian alrededor de las 3 de la mañana cuando desperté por que ya habían cerrado y tenía que irme. Apenas y pude caminar hacia la parada, no tenia miedo de salir a esa hora, ya no tenían nada mas que robarme y de alguna manera tenia que llegar a mi casa. Lo de caminar hacia la parada fue otro reflejo, pues bien se que a esa hora no pasan ya camiones.
Estaba una joven en la parada. No me fiaría de mi descripción sobre ella por el estado en el que me encontraba, pero puedo asegurar que no se trataba de una mujer de la vida galante. Hubo un rato de silencio, después de todo no esperara que me hablara.
-Debería usted de pensar en su salud, señor. No esta bien ponerse en ese estado.-dijo ella.
No podía ni pensar en esos momentos. “Seguro” le habré contestado. No podía mantener los ojos abiertos por que de todos modos lo veía todo borroso. En una de esas, los cerré. Me caí. Simplemente me caí del banco de la parada y fui a dar de boca a la banqueta. No tengo duda en que la asuste y además se preocupaba, pues corrió a levantarme y sentarme de nuevo en el banco.
-Como le decía, no esta bien ponerse en ese estado –dijo mientras mis ojos se ponían en blanco, me sacudió para regresar y continúo –si no encuentra mis palabras demasiado insinuantes, déjeme acompañarlo a su casa para asegurarme de que llegue usted bien.
No opuse mucha resistencia, y honestamente me caía muy bien su ayuda. Me ayudo a levantarme y me llevaba del brazo, tambaleando empecé a dirigirla hacia mi casa. Poco a poco fui recobrando la conciencia y ya no dependía tanto de su brazo, pero no quería soltarlo, y descubrí que la guiaba en dirección contraria. Platicamos durante todo el camino, al principio por que le servia a ella para mantenerme despierto, al final por que ya no podíamos parar. Con tan poca luz aun no podía hacer una buena descripción de ella, pero se bien que era joven, quizás 4 o 5 años mas joven que yo. Le platique de Mademoiselle Lucía y las predicciones. No pudo aguantar la carcajada, me acuso de iluso por creer todo eso y más aun por preocuparme.
-Cada quien es arquitecto de su propio destino.
Dicho eso hubo un silencio. Ella por que había dicho algo inteligente y era mejor esperar a que yo dijera algo del nivel. Yo por que no tenía nada al nivel que decir. El silencio hizo darme cuenta de lo solos que estábamos, lo callado que es Cananea a estas horas y la confianza que me había tomado la muchacha. Yo no hubiera hecho lo mismo, debo admitirlo.
-Ya estamos casi llegando –fue lo mejor que pude decir –faltarán a lo mas 2 cuadras.
Pero el silencio no se logro romper.
Desperté horas después, en mi cama. Sentí una extraña mezcla de miedo y fortuna que se resumía en un escalofrió que recorría mi cuerpo. ¿Podría estar ella ahí, en mi misa cama? Quite las sabanas. Sentí otra mezcla nueva, entre alivio y decepción, que se resumía en un suspiro. Desperté sin saber como llegue ahí. No había rastros de nada. De nadie. Mi casa estaba tan desértica y solitaria como siempre. Desperté sin saber que había pasado. Sin una idea del final de la velada. Desperté queriendo soñarla. Me dejo para escoger entre un boleto de camion y un sobre cerrado, ademas de una carta que lei una vez arriba del camion, la cual decia que adentro del sobre venia el telefono y la direccion de ella.
Vaya… Algo que mejora, un rompimiento, un encuentro secreto y una decisión. Ahora que lo pienso bien, debo admitir que ella tenía razón: no debo creer todo lo que me dicen.