el hideputa anda por ahí, por todas partes, haciendo su vida y viendo sólo por él. no son muy difíciles de encontrar, pues saltan a la vista, pero son sin duda reconocibles. uno pensaría que sólo andan en sus be emes doble us, pero es más común verlos en honda civics, en camionetas grandes que los dejan meterse donde quieran, tomar lo que creen les corresponde en el gran órden del tránsito mundial; no se deje engañar mi amigo, el hideputa viaja incluso en renault doce lastimado, creyendo que la vida le ha quitado demasiado y por dios que se equivoca si cree que le puede también quitar el derecho de adelantarse a los que esperan pacientemente a que avancen los carros. no se vaya con la finta tampoco, el hideputa no tiene género ni edad, es también la señora que no se frena ante el rojo porque ¡carajo! ella puede dar a luz, lleva vida en su interior; el hideputa es un maestro para estacionarse y con esa maestría logra ocupar tres cajones en la farmacia o mini súper. no sólo viaja en auto cual mirrey, también es humilde y utiliza el transporte público donde no le importa interrumpir la lenta evolución de nuestra conciencia cívica y meterse con todo y cubeta porque está en su derecho y se toma el tiempo y la dedicación para ir entrenando a los pequeños hideputas a moverse entre las personas, invisibles, y levantar infierno si alguien los toca. yo les digo una cosa amigas lectoras: o equidad o asiento en el camión, pero no les voy a dar ambas. y como las respeto, pues me quedo sentado. (persona con bebé, con bolsas, con bastón; eso no depende de sus órganos reproductores.) y por sobre todo, el hideputa es cobarde, se esconde tras la porra, con la máscara, protegido por la masa; usa el cláxon y grita mucha mamada, sí, pero sale corriendo, espera que no lo señalen y si lo alcanzan pregunta No sabes quién soy, amarra navajas y chinga quedito, comenta anónimo y nunca da la cara; piensa sólo en si y es muy chistosito, sí, sí. al hideputa no se le para, al hideputa no se le para, al hideputa no se le pa-ra: no se le para el camión.
yo, que estoy mucho más cerca del antónimo natural del hideputa -a saber, el pequeño e indefenso hombrecillo respetuoso de la ley y el orden, creyente todavía de la bondad en la gente- me pregunto qué se sentirá sin albur. qué cómodo no hacer fila pero sobre todo qué delicia no preocuparse, sentirse en el derecho de meterse en la fila, de dañar propiedad sin remordimiento, de aventar proyectiles a la cancha, no dar la cara nunca ni responsabilizarme por mis acciones. qué feliz ha de ser uno y las de historias que tendrá para contar a sus amiguitos hideputas, qué encanto. yo nunca podría y les termino cediendo el paso no vayan a rayar mi coche los muy hijos de su puta madre; porque el hideputa se sabe más fuerte o más mamado, se sabe millonario o cuando menos con contactos, se sabe más poderoso y por encima de la ley. no me preocupa pues en algún lado los habrá de alcanzar uno más hideputa que ellos y hasta ahí, chao.