hace algo así como dos meses y un día estaba yo en un lugar oscuro que he tenido oportunidad de conocer muy bien aunque de manera intermitente en los últimos casi dieciocho meses. quizás lo primero que hago al llegar a ese lugar es olvidarme de quién soy y de qué hago andando todavía en este mundo. se me olvida hacer lo que me gusta hacer, de estar con la gente que más bien me hace. llegué con ese silencio a casa de mi mamá en mi visita anual a su casa y no pude empezar a hablar cuando terminó el sábado. es cierto que algo de la cuerda de salida se tendió el domingo, cuando inició el Encuentro Regional de Matemáticas y lo que había olvidado vino a pegarme en la cara para recordarlo. la verdad es que casi sin querer estuve toda la semana haciendo la cuerda. mi mamá me prestó un libro -de esos que me dice Quiero que leas esto- que ella no había terminado bien. el título -La Curación Emociónal, de David Servan-Schreiber- me hizo pensar en un libro de autoayuda que tanto detesto de puro prejuicio. no sé si por la manera en que me sentía o por venir de mi mamá, lo empecé a leer. no era lo que pensaba y entre la ciencia, la pseudociencia, las referencias, las anécdotas y el interés que despertó el libro la verdad es que a ratos no podía soltarlo y lo leí entero en menos de cuatro días. no mucho, quizás doscientas treinta páginas. y eso era todo lo que necesitaba, volver a leer. en todo ese tiempo había dejado mis libros arrumbados y no había leído ni mis Condoritos viejos. pero desde ese día otra vez vivo con un libro. retomé una novelilla de portada rosa que nunca me atrajo demasiado y era a veces mucho drama, Todavía no me quieres, de Jonathan Lethem, y la terminé por necesidad de terminarla. compré al principio como guía y lectura atrasada y devoré El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez y el día que lo terminé, en la biblioteca de CIMAT en lugar de hacer examen de teoría de números, quizás Saraíta habrá notado mi sonrisa. siguieron páginas -porque qué lento y largo es- de 19Q4, de Murakami, que sinceramente no me gustó ni encuentro por dónde gustarme pero leeré en parte porque no me gusta abandonar, en parte porque me lo envió mi mamá. páginas al azar de la Antología Poética de Borges y los primeros capítulos de la Historia de las Matemáticas de Ian Stewart. llegué a la mitad de El miedo a la libertad, de Fromm antes de no saber en qué baño lo dejé y he vuelto a leer capítulos sueltos de mi libro favorito, Palinuro de México de Fernando del Paso, que nunca he leído completo. incluso leí An introduction to Manifolds de Loring W. Tu, aunque mi horrible resultado en el examen no lo deje ver; optimistamente saqué siete libros de la biblioteca para el verano, mejor aun ya empecé dos. estoy por terminar El hablador, de Vergas Llosa, que llevo años prestado. me disculpo si parece presunción, sólo espero hayan experimentado esta euforia antes. no es sólo ir saliendo de la oscuridad; es darse tiempo para vivir otra vida por ratitos.