viernes, 2 de septiembre de 2011

viernes paracaídas

las instrucciones en tierra duran quizás ocho minutos -bastante menos de lo que dura leer a conciencia la forma que debes firmar sobre cómo no puedes culpar a nadie si te das en la madre, cualquiera que fuera la razón- y consiste básicamente en tirarse al piso una vez y hacer un esfuerzo por arquear el cuerpo. la emoción va creciendo cuando llega la hora de ponerse el sobretodo, se extiende incluso con el arnés puesto. caminar hasta la avioneta puede simular una película de acción, y el simulacro de salto con la avioneta estacionada hace que empiecen a subir los nervios. por mucho que el instructor trata de tranquilizarte, parecen muchos movimientos los que debes memorizar.

la subida es distinta. sentado a pocos centímetros de la inestable avioneta, tienes más de veinte minutos para arrepenirte: acabas de pagar una buena suma por saltar de un avión; no tiene el menor sentido. el frío aumenta proporcionalmente a la altura, las piernas empiezan a entumecerse, los oídos revientan y has repasado diez veces las cosas que siempre habías querido hacer y ya no podrás más. se te ocurre que si lo pides por favor, te dejen bajar a tierra con el piloto. la verdad es que la única manera de llegar a tierra es pies primero. instintivamente te recitas todo va a estar bien, todo va a estar bien una y otra vez en tu cabeza. todo va a estar bien para dejar de pensar. 

el piloto hace la señal y queda poco por hacer. lo que sigue sucede demasiado rápido para asustarte de verdad: estas hincado a dos centímetros de la puerta, a dos centímetros de nada que detenga tu caída por casi un minuto entero, sin poder sostenerte de nada. jalas el arnés como si tu vida dependiera de ello. pronto, la palmada que indica un pie fuera, todo va a estar bien una y otra vez en tu cabeza. siguen movimientos rápidos, uno tras otro, casi no puedes concentrarte en recitar tu mantra de tranquilidad. todo va a estar bien, Confía en mí, te dice una persona amarrada a ti -o la persona a la que estás amarrado- Yo sé lo que hago. un diálogo interno sucede rápido, en la cuenta a tres. 

no puedes saberlo. no hay manera en que puedas saber si todo va a estar bien; no lo sabes. no depende sólo de ti, no estás en control y no puedes saberlo. 

y de repente, Dumbo, estás volando. 
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