cuando llegamos a estos días es natural, para la gente que le gusta pensar demasiado las cosas y reflexionar por horas, que la gente se empiece a preguntar qué celebramos en realidad. si la cosa se pone fea, ese será precisamente el tema durante la cena y responder a la pregnta se vuelve inevitable. unos dirán que celebramos la unión familiar, el amor, la bendición de estar con nuestros seres queridos. ¡Claro que no! nos gritarán los fervientes, lo que celebramos es el nacimiento de nuestro señor jesucristo salvador. No sólo eso, podría agregar alguno, sobre todo el padre durante el sermón, además lo celebramos mal. En realidad, dirá el joven sabelotodo, celebramos saturnalia y se embarcará en una serie de explicaciones que aprendió en wikipedia y foros de internet. este mismo joven, llegado el día de gracias, celebra cómo los colonizadores despojaron de sus tierras a los indios. Tristemente, driá la persona más triste de la sala, celebramos el consumismo y repite esto mismo para san valentín, el día de la madre, de la enfermera y a lo mejor también para cumpleaños y aniversarios que no son el suyo. el pariente o amigo políticamente correcto no se animaría a celebrar nada específico para no ofender a nadie y otros estarían en medio del maratón Guadalupe-Reyes, ya bien celebrados de las posadas, el Hanukah y el Festivus. yo he sostenido desde tiempo atrás que finalmente estos días son sólo excusas que uno debería aprovechar, pues se presentan no muy a menudo aunque con cronométrica puntualidad: si vives todos los días de manera especial, uno más no debería ser problema. si no lo haces, probablemente no te venga mal relajarte y disfrutar lo que se ha venido a dar por inercia, que estás rodeado de buenas personas, que hay una deliciosa cena esperando, que para muchos es la única época del año en que se portan bien o que sienten esperanza y que a lo mejor alguien te quiere lo suficiente como para que amanezca bajo el árbol un horrible suéter para ti también.