ayer fui al dentista. es parte de lo que mi madre me pidió como regalo de cumpleaños y la verdad nunca está de más. es la cuarta vez que voy en un periodo no mayor a un año, para ver si eso suple casi cinco sin irlo a visitar. varios de mis amigos son dentistas pero la verdad no me animaría a ir con ellos, no sé por qué; me da pena. tengo muchas historias de dentistas, supongo, pues usé brackets por un tiempo. para ello, tuvieron que sacarme cuatro dientes -no tengo ninguno de mis premolares. además de la tradicional sacada de muelas del juicio, que fue bastante improvisada.
el día de ayer, acostado en la silla bajo la luz cegadora, me preguntaba cómo puede un dentista encontrar verdadera pasión por lo que hace -pensando que lo que hacía conmigo era rascar mis dientes con pequeñas herramientas punzocortantes. no tengo respuesta, pero no debe ser nada fuera de lo común. hay muchas cosas que me llaman la atención de ellos, empezando con su silla que tiene todo lo necesario, sus instrumentos afilados, el espejo con impresionante claridad. en Guanajuato, voy al dentista a la Cruz Roja por varias razones: primera, voy a la Cruz Roja por cualquier cosa de mi salud; segunda, probablemente voy a la Cruz Roja por cualquier cosa de mi salud porque es barato; y tercera, porque no tengo que hacer cita sino sólo llegar y esperar mi turno. por mis visitas frecuentes, el dentista más o menos me reconoce, aunque nada me evita el regaño por mi pésima técnica de cepillado.
pero lo que se me hace extremadamente enternecedor y a la vez muy curioso, es que yo imagino que el dentista se aburre de ver al interior de mi boca y le dan ganas de hacerme plática. no es el único dentista que ha hecho eso y yo no sé si lo que pasa es que disfrutan vernos intentar responder con una ferretería dentro de la boca. me da hasta miedo moverme no vaya a raspar en el lugar equivocado. no me importa si se está quemando el consultorio, si va a voltear a otro lado, por favor saque sus alambres de mi boca.
la pasta esa rosa con la que pulen los dientes tiene un sabor que me encanta: si yo fuera dentista probablemente me la comería en secreto entre paciente y paciente.