a mis profes de Celaya les hablo derecho y no sé si por eso nos llevamos tan bien. entiendo que a algunos no les parece mi método de regaño público, de decir las cosas como son, de mi casi cero interés en suavizar los errores. la cosa es así: repetidamente los profesores entregan alguno de los siguientes procedimientos:
les he dicho que no tengo ni la menor intención de suavizar qué tan mal está eso. si las equivocaciones fueran graduables, entonces estaría muy mal, pésimo. así se los digo, y así lo aceptan. no han sido pocas las veces que hemos encontrado estos errores ni las veces que se los he dicho. la más reciente, el sábado, se me ocurrió decirles la verdad sobre esas ecuaciones.
cada vez que ustedes cometen un error como estos, les dije, dios mata un cachorrito. cada vez que escriben eso en el pizarrón o sus pruebas, México falla un penal. por cada vez que enseñan eso en clase, mil chavitos allá afuera no les saben dar el cambio.
cada vez que ustedes cometen un error como estos, les dije, dios mata un cachorrito. cada vez que escriben eso en el pizarrón o sus pruebas, México falla un penal. por cada vez que enseñan eso en clase, mil chavitos allá afuera no les saben dar el cambio.
es muy curioso, pero a cada profesor le funciona algo distinto.