desde hace más de seis meses trabajo como tutor en un proyecto que realizan en conjunto el CIMAT y la SEG, una especialidad en matemáticas de secundaria para docentes que den clase de matemáticas en secundaria. el proyecto ha tenido bastante buena aceptación desde la SEG y buena respuesta desde el CIMAT: actualmente trabajamos cinco grupos -Irapuato, Celaya, León, Silao y Acámbaro- con más de treinta profesores cada uno. mi trabajo, como tutor, es estar al menos ocho horas al mes frente a mi grupo -Celaya- tratando de reafirmar los conocimientos que los investigadores les imparten un día antes; además de varias horas dando tutoría en línea a la semana. sinceramente creo que Celaya es el mejor grupo de todos: yo, personalmente, nunca he tenido demasiados problemas con ellos -más allá de algo de impuntualidad, algo de flojera, algo de indiferencia- el grupo es maravillosamente participativo y la mayoría está seriamente comprometida. cuando sea que ha surgido un problema, siempre he apelado a su madurez y cuando me pendejean los pendejeo, cuando me retan les gano el reto, cuando es necesario les llamo la atención, les hablo con sinceridad como personas; la verdad tenemos buena relación y creo que nos entendemos y sobre todo, nos respetamos.
una vez a la semana, con la intención de tener algo de retroalimentación y ponernos de acuerdo en cuestiones de logística. sin embargo, una reunión que bien podría terminar en quince minutos se dilata por más de una hora casi cada semana, normalmente debido al tiempo que le toma a uno de los investigadores terminar sus frases o sus chistes. pero cuando eso no es suficiente, el resto del tiempo se va en criticar a los docentes mismos a los que intentamos ayudar: juntos en esa sala, entre diez y quince personas supuestamente trabajando por el bien de la educación de México, dedican una hora a burlarse y descalificar a las personas que no piensan igual, que no tuvieron las mismas oportunidades educativas, que están inmersas en un sistema en el que hay que preocuparse primero por sobrevivir, por saber resolver los exámenes con los que evalúan a sus alumnos, por las apariencias, que tienen tres o más grupos con cincuenta niños cada uno que no les interesa aprender; en resumen, de personas que no entienden, sin ninguna intención de entenderlos, basta con saberse mejor porque sabemos sumar, sabemos multiplicar, sabemos más o menos integrar.
yo no soy una muy buena persona tampoco, me desesperan los profesores la mitad del tiempo: me molesta que no sigan instrucciones sencillas, me desespera que no pregunten sus dudas, me preocupa que no sepan las cosas que enseñan y muchas veces he dicho que deberían ser despedidos si se les encuentra incapaces. pero a esos profes que pasan ocho horas de su semana tratando de aprender, los respeto. incluso si no saben nada y están frente a un grupo desde hace veinte años, incluso si se comportan como sus alumnos cerrando mochilas antes de la hora, alargando sus recesos, platicando durante la clase, incluso si preguntan cada que pueden que para qué sirve esto. los respeto porque están ahí, tratando de superarse.
no somos misioneros de caridad, no somos damas de la alta para hacerlo por piedad, por condescendencia. y si no los respetamos, y si no los entendemos, entonces no estamos calificados para ayudarles.