domingo, 25 de mayo de 2014

domingo de admisión y expulsión

cuentan que a mediados del semestre pasado, la tutora de la generación dos mil trece de mi carrera tuvo una reunión de urgencia con sus alumnitos ante la preocupante situación de que ninguno de ellos estaba pasando ninguna materia. después de dos parciales, todo el grupo estaba reprobando en todo. la cosa no mejoró mucho más pues sólo cuatro alumnos mantienen el status de regulares, aunque se dice que un porcentaje elevado podría perderlo. 

los profesores y directivos estaban -y están, creo- entendiblemente preocupados, aunque esto a veces se presenta como seria irritación y desesperación. me parece cuando algo así sucede, las soluciones que se plantean van en dos líneas distintas: (a) bajamos el nivel de los cursos y la exigencia en general para que más alumnos puedan pasar, (b) subimos el nivel para crear filtros y que los alumnos que no son capaces abandonen la carrera. yo estoy profundamente en desacuerdo con ambas. 

primero: creo que, en general, los procesos de admisión a las universidades son terribles. primero, porque se maneja de manera amarillista en medios y políticos, quienes acusan a las instituciones o al sistema a "dejar afuera" a miles de aplicantes cada año sin considerar que incluso algunos de los que entran están debajo del nivel de conocimientos requerido para la admisión. sin embargo, como las Universidades reciben recursos públicos, ni modo de no admitir. esto crea enormes problemas: la educación superior debería estar al alcance de todos, sí, pero no como consecuencia cronológica de haber terminado la preparatoria sino como resultado de las habilidades desarrolladas en ésta; admitir para elevar estadísticas, para presumir matrícula, para aparentar progreso social, en realidad demetira la educación superior.
ahora, no me entiendan mal: el acceso a la educación superior debería ser un derecho universal. el problema es que este derecho no se niega con la reducida matrícula universitaria, se niega con la pésima educación básica a la que son sometidos la mayoría de los alumnos tanto de escuelas públicas como privadas de este país. estoy seguro que subir el nivel en la admisión es mucho más justo que admitir gente subcualificada para después idear mecanismos para su expulsión; como sea, una matrícula reducida en la admisión y una expulsión obligada me parece que deberían tener el mismo estigma social. quiero decir que la admisión es un contrato de responsabilidad compartida: no sólo el alumno, también la Institución debe hacer todo lo posible por convertir al admitido en un egresado de éxito y no sólo a través de exámenes extraordinarios, de título, etcétera.

es decir: una expulsión forzada no es el camino. una vez que un alumno es admitido, individuo e Institución están en el mismo barco. así pues, si existe un problema de nivel académico, lo correcto es una intervención académica: crear y dirigir grupos de estudio, iniciar un programa de tutorías entre pares, dedicarle horas adicionales a la regularización académica, todo esto apoyándose ya sea con los mismos docentes o con alumnos de semestres superiores. por supuesto, se necesita crear un nuevo fideicomiso para ofrecerle becas o estímulos económicos a los alumnos y docentes, o al menos que sea una opción para cubrir el Servicio Social. ni siquiera debería ser complicado en una licenciatura que pretende preparar futuros profesionales en educación matemática. 
me parece que el programa de Ayudantes que tiene el CIMAT/Universidad de Guanajuato es un programa de muchísimo éxito para todas las partes involucradas: el profesor ve reducida su carga de trabajo, el ayudante recibe una paga y experiencia con valor curricular, el alumno recibe ayuda académica adicional. seguramente hay más progamas de este estilo en muchas otras; sé que en muchas universidades de Estados Unidos existe la figura del teacher's assistant para cursos de undergrads así que puede ser algo bastante común. sin embargo, crear grupos de estudio oficiales podría servir el mismo propósito, aunque éste requiere mucha más participación de los alumnos, que serían los principales si no es que los únicos beneficiados. 
sin embargo, quizás la intervención académica no sea lo único necesario: haría falta castigar la impuntualidad y el ausentismo docente, insistir en que Libertad de Cátedra sigue teniendo límites, crear programas para que los docentes reciban verdadera retroalimentación porque la actual evaluación que realizan los alumnos no sirve para nada: no los mueve a mejorar pues creen firmemente que, o está llenada al azar, o existe una relación directa entre los alumnos de pobre desempeño y los malos comentarios; quizás una evaluación entre pares, un seguimiento con colegas, algo que nos haga salir de la burbuja de autocomplaciencia y de no querer herir los sentimientos de nadie.

en resumen, les digo aquí dos cosas. la primera: hay que cambiar los procesos de admisión para que sean más exigentes y sean una evaluación más completa y mejor: que involucren no sólo el examen sino el desempeño académico previo, una entrevista y quizás un curso de un par de semanas. pero más que eso, desechar todo intento de expulsión obligada aunque velada, con estándares que no son consistentes cuando ya no con conflictos personales. es necesario entender la admisión como una responsabilidad compartida y, si el problema es académico, crear programas académicos que los resuelvan.

la segunda: tengo muchas ideas, háganme caso.



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